Más allá de la compra local: Convirtiendo el empresarismo de alimentos en un motor exportador

Por Sebastián Vidal

Director Ejecutivo Parallel18

Restaurar la agricultura puertorriqueña como el motor productor de alimentos innovadores es un proyecto que se ha venido cocinando desde ya hace unos años bajo el liderazgo de agroempresarios visionarios que llevan la batuta encendedora de una industria con grandes potenciales de crecimiento, sustentabilidad y estímulo económico. Hecho que puede contrastar grandemente con el contexto de una isla que importa alrededor del 85% de todos sus alimentos, produciendo solo el 15% de lo que se consume, según un estudio realizado por el Instituto de Estadísticas de Puerto Rico.

Es precisamente esta precaria realidad, en términos de inseguridad alimentaria, lo que generó muchísima incertidumbre y escasez en la posterioridad del huracán María. Se trata de la misma realidad que sirvió como el detonante y la motivación detrás de una creciente ola de productos hechos aquí. Eso y el hecho de que la isla es muy fértil, tanto para la cosecha y producción de una variedad de alimentos, como para el surgimiento de nuevas propuestas de negocio.

Casi tres años después, tal como ocurrió en el 2017, una nueva crisis nos ha empujado a mirar nuestra industria agrícola y alimentaria en retrospectiva, brindando así mayor visibilidad a los proyectos innovadores que en ella se fermentan. Sucede que el distanciamiento social y el acercamiento acelerado al mundo digital han provocado un crecimiento de más de 60% en las plataformas de comercio electrónico en comparación con el año anterior, según Forbes.

Si unimos esto con el ecosistema de productos locales con valor agregado que se ha venido robusteciendo en los últimos años, se crea el ambiente perfecto para que Puerto Rico se destaque en el empresarismo de alimentos y que, en mediano o largo plazo, pueda convertirse nuevamente en un motor exportador.

Por ejemplo, en el último mes, mi consumo de productos locales se ha duplicado. Desde mantecado, tortillas, chocolate y harina de pana, hasta pescado, queso y vegetales. Todos son parte de mi lista cotidiana y todos son producidos localmente. Los compro no sólo para aprender, sino también por conveniencia, por la alta calidad del producto y porque he recibido un servicio que me ha dejado gratamente sorprendido. Debido a la naturaleza de mi trabajo, he podido analizar y apoyar a muchas de estas agroempresas locales. ¿El gran factor común entre ellas? Todas gozan de equipos fundadores con una profunda convicción y amor por lo que hacen y por Puerto Rico.

Puerto Rico como la capital de los emprendedores de alimentos

Uno de los grandes centros de innovación que también observa este fenómeno de crecimiento en consumer packaged goods (CPG, por sus siglas en inglés) es la ciudad de Austin, Texas. Es allí donde se ha desarrollado una serie de estrategias para potenciar su renombre como la capital de los food entrepreneurs.

Los esfuerzos van desde apoyo del gobierno y la Cámara de Comercio local, hasta el ferviente interés de inversionistas de venture capital y, en gran parte, de la misma comunidad de emprendedores. Un par de ejemplos exitosos nacidos en Austin son compañías como SkinnyPop Popcorn, adquirida por Hershey’s, o EPIC Provisions, adquirida por General Mills.

El Departamento de Desarrollo Económico de Austin calcula que la industria de los alimentos corresponde a un aproximado de US $4 mil millones. Este crecimiento ha sido empujado por una demanda local que beneficia la conveniencia y la innovación en lo que consume. Además, el ecosistema de emprendimiento en la capital de Texas tiene un elemento diferenciador que lo favorece: la cultura creativa de la ciudad, algo en lo que se asemeja Puerto Rico. Esto me puso a pensar en qué necesitaría la isla para transformarse en una capital de los emprendedores de alimento.

Son distintos los colores y sabores que actualmente me llevan a creer que una industria de productos locales de consumo con valor agregado puede brillar y ocupar un lugar importante a nivel regional. Aquí les detallo:

  1. El primero, y quizás el más importante, es una creciente cultura creativa (diseño, branding, contenido escrito y audiovisual, etc). Se trata de una escena que funciona, que se ha fortalecido y que resulta clave para agregarle un valor atractivo a los productos de alimentos tradicionales.
  2. Fondos de inversión como Semillero Ventures se destacan justamente por apoyar empresarios que trabajan no solo en alimentos, si no también en productos agrícolas y bebestibles tanto en Puerto Rico como en los Estados Unidos. Compañías como Pinta y TastySmart han recibido inversión y apoyo del fondo. En ese sentido han sido pioneros al ser el primer y único fondo de capital privado enfocados en este sector.
  3. Los programas de pre aceleración y aceleración, como pre18, P18, Grupo Guayacán, entre otros, están concentrados en apoyar a este tipo de empresarios proveyéndoles conocimiento de negocios y acercandolos a la tecnología. Algunos ejemplos son las Tortillas Doña Lola, de Molcajete Foods, los famososSeñor Paleta y la harina de pana de Amasar. También hemos observado el crecimiento de empresas como los productos lácteos de VacaNegra, las bebidas de Take a Sip, y el yogur artesanal de Feliche.
  4. La infraestructura tecnológica está jugando un rol fundamental en este despertar. Existen plataformas como PRoduce, que comenzó con una suscripción de “home boxes” y que recientemente lanzó su mercado virtual para exponer aún más marcas locales a los consumidores. Otras como BrandsOf, que vende productos locales fuera de la isla, de esta manera aumentando el potencial exportador.  Otro de los programas delFideicomiso de Ciencias Tecnología e Investigación, Recuperación Agrícola, ha logrado dar visibilidad a nuevos productos dentro de la industria.
  5. Por último se encuentran los datos, una gran herramienta cuyo valor para la industria, hasta hace poco, estaba subestimado. Sin embargo, hoy día de la mano de empresas como Agtools, existe la posibilidad de que estos empresarios obtengan claridad logística e información de compradores, mientras que tienen acceso a un análisis comparativo de precios.
  6. Los incentivos contributivos y subsidios disponibles para los empresarios de alimentos en Puerto Rico son una gran fortaleza para su ecosistema. Creados con el propósito de viabilizar el establecimiento y desarrollo de empresas, como las antes mencionadas, para aportar al crecimiento industrial de la isla, estos se deben aprovechar.

Este listado demuestra que existe un creciente movimiento en la isla que trabaja para adquirir alta competitividad en la industria agroempresarial y de alimentos. Aunque estamos encaminados, debo resaltar brevemente los pasos que quedan por tomar para asumir un rol que pudiese convertir a Puerto Rico en el Austin de la industria de alimentos agro-innovadores en el Caribe.

  1. Potenciar la cultura y la comunidad creativa de la isla: Puerto Rico goza de una población creativa importante, liderada principal e históricamente por la música y las artes. Esto ha resultado en el surgimiento de una generación de creativos profesionales de alta calidad, que necesita ser puesta en acción, tener mayor visibilidad y apoyo a través de toda la isla.
  2. Desarrollar una visión global: Aún cuando soy optimista acerca de la creación de este tipo de compañías y la calidad de sus productos, entiendo que sus equipos fundadores deben comenzar a adoptar una mentalidad exportadora. Esta debe ir acompañada de análisis internos y externos que les permitan a estos fundadores adquirir claridad financiera y estratégica a la hora de cruzar el charco.
  3. Hacer uso de la diáspora y los datos: Hace algunos meses las startups egresadas de P18, BrandsOf yAbexus,  compañía de inteligencia de datos, lanzaron un estudio de consumo de los boricuas que viven en Estados Unidos. Dicha información será clave para desarrollar una buena estrategia de crecimiento y exportación fuera de Puerto Rico.
  4. Permisología: Si queremos liderar en la industria, debemos encontrar formas para que este proceso sea más rápido y efectivo. De esta manera, se le permitiría a los emprendedores comenzar con pocas trabas. Esto será imprescindible para que continúen surgiendo nuevos proyectos innovadores al rescate del sector agrícola y de alimentos en la isla.

Como último paso queda “Creerse el cuento”. En Chile se utiliza esta frase para hablar de aquellos que son conscientes de lo que tienen y no tienen miedo de competir globalmente. No se trata de un tema técnico, si no de un tema mental. Muchas de las compañías de alimentos o agrícolas deben adoptar ese optimismo para crecer y convertir a la Isla en ese motor exportador, que aprenda de lo que ocurre en ciudades como Austin pero que desarrolle una identidad propia.