Movilidad profesional

Por Jorge Valentine

Director Programa STEM del Fideicomiso para Ciencia, Tecnología e Investigación de P.R.

 

La tecnología se va desarrollando rápido. Quizás demasiado rápido para la realidad de muchas organizaciones. Al menos eso es lo que indica una encuesta reciente en la que 600 gerentes de recursos humanos, adscritos a diversas industrias, admiten que el ritmo de cambio en la tecnología representa el mayor problema al momento llenar vacantes. Este dato es revelador. Aunque no es nuevo. Estos líderes en la adquisición de talento solo sienten los efectos de la Ley de Moore, quien ya en 1965 anunciaba cómo la capacidad de computación de un chip se duplicaría cada 18 meses. Claro, otros argumentan que esto ya no es así (Simonite, 2016; Lundstrom, 2003), y que el ritmo actual ya superó las proyecciones de Gordon Moore; sin embargo, un rasgo prevalece en la fuerza trabajadora: carece de destrezas actualizadas.

El informe publicado por la editorial académica Wiley, reconoce igualmente que los empleadores, al menos un 53% de ellos, están dispuestos a contratar candidatos con certificaciones profesionales aún sin que estos tengan un grado universitario. Es aquí donde las entrelíneas se tornan interesantes. Los tiempos han cambiado y la sentencia del grado obligatorio se aleja como única alternativa a la empleabilidad.

Hoy, la opción de una carrera universitaria de cuatro años no necesariamente es la ruta ideal para todos nuestros estudiantes en escuela superior; partiendo de las nociones sobre inteligencias múltiples y la autorrealización, la gama de posibilidades profesionales es amplia, rica y prometedora. Para algunos, la ruta de carreras técnicas resultará una mejor inversión de tiempo, esfuerzo y dinero; además de ofrecer a la comunidad manos diestras cada vez más escasa. Además, siempre habrá demanda para aquellos empleos no rutinarios que serán imposibles para robots y algoritmos. Apunto entonces que es injusto descartar las carreras técnicas de las rutas STEM. No cuando los límites de las disciplinas tradicionales ya se entrecruzan o difuminan entre sí (Doucet, Evers, Guerra, et al, 2018).

Los hallazgos de la encuesta también puntualizan las destrezas más codiciadas entre los candidatos; entre ellos, dominio del pensamiento analítico y estratégico, así como dominio de los conceptos relacionados a la gerencia de proyectos. Luego de extensas conversaciones con los sectores industriales y de biociencia en la isla, el síntoma es uno generalizado sin importar la jurisdicción. El talento necesita de destrezas claves comunes a todas las industrias.

Para suplir la carencia, el informe indica que las compañías han optado por conducir sus propios adiestramientos, y alianzas con organizaciones educativas que preparen a sus recursos humanos en las áreas de escasez. Pero esto, como sabemos, incrementa los costos y hace de la región una menos atractiva para la inversión de capital.

Una alternativa de alta efectividad es crearles a nuestros estudiantes oportunidades de movilidad profesional temprana – credenciales acumulables, certificaciones profesionales en áreas técnicas – antes de salir de la escuela superior; cuando queda oportunidad de conectar el aprendizaje con sus aplicaciones en el mundo real. Estados como Oregon, Michigan, Idaho y Texas, además de referentes distantes como Singapur (Short & Harris, 2014; Osman-Gani, 2004) y Japón (Stern, 1995), han visto el impacto de estrategias similares en su desarrollo socioeconómico. Al ver a la educación técnica como el fundamento que brinda herramientas prácticas al estudiante, estas no enseñan solo conocimiento académico, sino que crean movilidad profesional que hace a los estudiantes, sin importar su nivel de educación superior, empleables desde su fecha de graduación. En Puerto Rico la exhortación es una simple. Si, como expone nuestra Reforma Educativa (2018) “el sistema de educación pública es la punta de lanza del desarrollo económico y social”, entonces no es descabellado llamar a reimaginar cómo cumplimos con la encomienda de asegurar que nuestro talento cuenta con las destrezas pertinentes para emplearse en cualquier punto de su carrera, sea que aspire a un título universitario o a un grado técnico.

Referencias:

Doucet, A., Evers, J., Guerra, E., Lopez, N., Soskil, M., & Timmers, K. (2018). Teaching in the fourth industrial revolution: Standing at the precipice. Routledge.

Ley de Reforma Educativa de Puerto Rico. (2018).

Lundstrom, M. (2003). Moore’s law forever? Science299(5604), 210-211.

Moore, G. (1965). Moore’s law. Electronics Magazine38(8), 114.

Osman-Gani, A. M. (2004). Human capital development in Singapore: An analysis of national policy perspectives. Advances in developing human resources6(3), 276-287.

Short, T., & Harris, R. (Eds.). (2014). Workforce development: Strategies and practices. Springer.

Simonite, T. (2016). Moore’s law is dead. Now what? MIT Technology Review.

Stern, S. (1995). Education and work in Japan: Implications for policy. Educational Policy9(2), 201-217.

Wiley Education Services, & Future Workplace. (2019). Closing the skills gap 2019. Louisville, KY: Wiley edu, LLC.